L’Escala alberga en su término municipal las ruinas de Empúries , puerta de entrada de la cultura y civilizaciones grecorromanas a la península Ibérica a partir del siglo VI a.C. El territorio, poblado desde la prehistoria, recibió el impacto de una cultura superior que transformaría de raíz sus cimientos.
Un siglo después de la desaparición de la casa condal de Empúries —según Pella i Porgas—, a mediados del siglo xV, y cerca de la que fue la primera capital, un pequeño barrio de pescadores empezaba a expandirse gracias al impulso del comercio marítimo.
L’Escala empieza a aparecer en los textos escritos a partir del siglo XVI como un pequeño puerto de pesca y cabotaje dependiente de la vecina población de Empúries . Su utilización como puerto, no obstante, es bastante más remota. Su nombre —del latín, ‘Scala’—, que fue muy común en toda el área mediterránea, designa un puerto o muelle, refugio habitual de embarcaciones. La dependencia de Empúries se irá invirtiendo durante los siglos XVII y XVIII en beneficio de L’Escala. En 1680 los vecinos del “puerto de L’Escala de la población de Empúries” —que ya formaban un barrio de 80 habitantes— consiguen tener iglesia propia, y en 1766 L’Escala deviene villa y cabeza de municipio.
La causa principal es el extraordinario crecimiento demográfico —de 390 habitantes el 1718, pasa a 1.383 el 1787—, favorecido por una inmigración comarcal muy elevada, atraída por los puestos de trabajo que generan la aduana marítima —el Alfolí de la Sal —, la pesca, los astilleros, la salazón de anchoa y sardina, el cultivo del arroz y de la viña, la exportación de vino y los oficios que se van creando producto de la actividad industrial. Así lo refleja en su diario el viajero Zamora en 1789: “Sus vecinos trabajan en todas los ramos, ganan buenos jornales y no hay pobres”.
El censo de 1806 establece 1.600 habitantes; el de 1857, 2.574, y el de 1877, solo 2.607 habitantes, debido a la mortalidad provocada por las epidemias producidas por el cultivo del arroz y el cólera. La economía se irá manteniendo, hasta bien entrado el siglo XX, básicamente dedicada a la pesca y el cultivo de la viña, con una población que rondará, hasta el 1960, los 2.500 habitantes.
A principios de siglo XX, se inicia una actividad política y cultural notable: es la época del Ateneu d’Art i Cultura, del Ateneu Víctor Català , del Centre Joventut, que harán florecer el teatro, las coblas de sardanas, los Juegos Florales... Pero la Guerra Civil interrumpirá todo este movimiento y L’Escala vivirá uno de los episodios más trágicos de su historia: el bombardeo de la población por parte de la aviación fascista en las postrimerías de la guerra, que dejó una veintena de muertos entre la población civil.
En la década de los sesenta la aparición de un nuevo fenómeno dará un giro a la economía: el turismo. Las pequeñas industrias locales irán desapareciendo y la mano de obra llenará las demandas en la construcción, el comercio y una vieja industria relanzada a partir de la denominación de calidad de la salazón de anchoa. La población irá en aumento hasta llegar a los 10.000 habitantes actuales, exceptuando los meses de verano, en que sobrepasa los 50.000.